Improvisar.

Y es que cuando ya pasamos el ecuador del puente con cero planes puedo decir que lo de improvisar no se me da nada mal.

El viernes empezó como una noche tranquila de un par de cervezas con mi mejor amiga y acabó con un saco de risas, conversaciones y buena gente,

De vuelta al garito que últimamente frecuentamos, Eva y yo charlábamos animadas en la terraza pero el frío apretaba y decidimos entrar para inaugurar la segunda ronda. Cuando nos dimos cuenta un grupo de maduros cachondos nos habían bautizado como Montse y Núria, pubillas de Terrassa y Barberà respectivamente, chicas de bien que van a misa de diez y sus protegidas. Nos fuimos cada una con una tarjeta de los "Distraedores de señoras"


Una tarjeta donde se garantizaba educación, risas, higiene y cachondeo y "no sexo".

Y entre tanto, Pedro, Alberto, el DJ y señoras de cierta edad pasaron por la ronda de conversaciones y bailes desde los Jackson Five hasta Bruno Mars, 

Vamos, una noche de esas de salimos de tranquis pero nos acostamos a las 4 de la mañana, con el pelo revuelto, la clase de steps cubierta, sabor a cerveza y un dulce dolor de pies. Y todo esto siempre con ella... Esas cosas mágicas que solo pasan cuando sientes que sea lo que sea y pase lo que pase, todo va a estar bien.

Llegado el sábado el plan era nulo. Pero el universo quiso que saliera el sol y con tres horas de sueño en el cuerpo, me di un paseo por la feria navideña del pueblo. Huele a navidad ya que apesta, esto ya no hay quien lo pare. Las tiendas de chinos parecen discotecas y en los escaparates no falta ni un papa noel, ni un copo de nieve, ni un arbolito de esos que dices: No quedará el mío así nunca, no!

Después de una película, un bocadillo de atún y una siesta siempre se improvisa mejor. Así que una vez vestida y la ubicación del punto de extracción localizada me encontré tomándome una cerveza de trigo en un local irlandés y hablando de mi vida con muchacho que sabía reptar y hacer reír, Después de incluso bailarnos algo sentados improvisamos la cena. Y ya me puedo morir tranquila post pizza con el borde relleno de queso. Así, a pelo, sin pensarlo y con el estomago lleno y los bolsillos vacíos intentamos ver una peli en mi casa pero acabamos entre el pejelagarto, la noche de la sexta y un programa de dramatizaciones sexuales que incluían desde cagadas, literales, en la cama hasta roturas sangrientas de frenillo.

¿Para que más? O ¿Para que menos?

Lo demás, otro día, que no me da la patata para más hoy,

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