Me explico. La película trata de un científico obcecado con los ojos. En una noche loca se cruza con unos especialmente sorprendentes y, por azar, suerte, destino o como queráis llamarlo, acaba encontrándolos de nuevo. Ahí empieza una historia de esas de amor loco, de odio a medias, de diferencias salvables, de nicotina en los dedos... de dos mundos que chocan.
Y de otro choque, el big bang, nace una declaración de amor.
"Mis átomos han amado siempre a tus átomos"
Vamos, que mezcla la teoría con el misticismo. Como si los átomos, desde que sucedió el big bang, estuviesen destinados a encontrar a esos otros átomos a lo largo de los siglos. Como si hablásemos de una reencarnación científica. Y como si esos átomos, que vagan a través del espacio tiempo, se encontrara llegados el día y el lugar preciso.
Con ese estallido, esa conexión instantánea, ese vértigo en susurros, esos temblores al ritmo de cada movimiento auricular y ventricular que convierten bombeo sanguíneo en pura electricidad.
Y si algo nace de ese caos... tengo la sensación de que está destinado a no suceder o suceder y acabar de forma trágica y violenta.
Me gustaría tener la excepción que confirmara esa regla, pero no la tengo. No se si algún día la tendré, y tampoco aspiro a ello, pero lo que sí sé es que mis átomos han amado a tus átomos a través del tiempo y del espacio una y otra vez.
Y sí, soy más del lado del misticismo que del científico. Y me gusta pensar que esas cosas existen aunque no nos toque disfrutarlas en cada una de nuestras vidas.
Por cierto, os dejo un temita de la banda sonora de la película... I Origins.
Ale, ya casi es viernes... y mañana Navidad.
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