Valor.

Del que carezco a menudo, queridos, cuando aparece, puede provocar cosas maravillosas.

Ayer me envalentoné e hice algo que me provocó un revoltijo de sensaciones de estómago a pies, alguna que otra sonrisa y una satisfacción que hacía mucho que no sentía por mí misma. Aunque los detalles me los voy a guardar esta vez,  desde ayer por la tarde tengo el sabor de la química en el paladar. Ardí en llamas mientras sonaba Poor Kelly Blues. Ardí al fin, y de nuevo, en la hoguera que se alza en casa cuando suena la música. La tarde de ayer me dio algo de confianza en mí misma, aquella que creí perdida e imposible de recuperar.

Y creedme, esa explosión de satisfacción hizo que de nuevo sonara Dock of the Bay en mi torrente sanguíneo, provocándome un  vértigo dulce que desbocaba mis entrañas y tornaba mi cabeza en un campo de batalla atronador, el corazón sonaba como a ritmo de esas hojas afiladas que tintinean en el fragor y mis rodillas parecían exhaustas de sostener esa armadura pesada durante toda la contienda.

¿Será que he empezado a deshacerme de ella? Quizá. Aunque posiblemente solo sea un pequeño paso para mi es algo más. A cada momento los colores brillaban más, el caos fue mío y el orden se quedó en la entrada... y de nuevo, fui YO.






Y al igual que durante la tarde, durante la noche, seguí sintiéndome especial. Y es que, a veces, unas piernas enfundadas en unas medias musleras se convierten en el mástil de una guitarra, la piel en conexiones nerviosas, un simple masaje en un baño de caricias, unos besos al compás en la letra de una canción  o una manta compartida en refugio hacen que la piel conocida sea el cobijo perfecto para una noche de frío fuera y de tiritera por dentro.

Estaría demasiado cuerda para cuestionarme el día de ayer... así que, música! Maestro!


"Many rivers to cross
But I can't seem to find my way over"
Jimmy Cliff

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