Camino.

He pasado cuatro días con la persona que yo misma escogí llamar hermana.

Está algo lejos, pero más cerca que casi cualquiera. Hemos caminado por las calles de una Barcelona lluviosa, escuchado canciones italianas bajo un sol abrasador, brindado con vino nuestro encuentro, paseado entre antigüedades un día de viento, reído y casi llorado.

Sin ella esto no sería lo mismo. Y con su llegada y partida de golpe se llenó la casa de música. Llevaba días silenciosa, oscura, fría y apagada. Pero ella la llenó de nuevos recuerdos, de ecos de mil conversaciones, de alguna semiresaca y de sensaciones.

Ella está tranquila porque monito me cuida, ella se acuerda de cosas como de regalarme un pequeño botecito con no se cuantos aceites que fijan el pelo, ella hace que Sixto Rodriguez haya vuelto a retumbar entre las pocas paredes que tiene mi pequeño refugio.

En nuestro primer encuentro anual ya había emprendido este viaje de ser Soltera, Entera y sin Gatos. Y en nuestro segundo encuentro estoy aún más perdida... Menos cuando con ella puedo decirle a un camarero de la Fábrica Moritz que le llamamos la atención diciendo "perdona" porque no sabemos su nombre, cuando en la tienda de recuerdos de ese mismo lugar nos hacemos fotos o cuando en el vermouth musical saludo al grupo como si los conociese de siempre.

Con ella, dudo menos. Con ella, soy más fuerte.

Con ella, el camino solo cansa mis pies y no mis pasos.




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