Sentir.

O no sentir.

Esa es la cuestión, pequeños míos.

No se puede forzar ningún sentimiento. Ni las explosiones de colores, ni las mariposas gigantes invadiendo tu estómago, ni los pajaritos revoloteando constantemente por tu cabeza.

No. No se puede. Y el fallo es intentar engañarnos a nosotros mismos por que al final, si no frenas a tiempo, la colisión entre la realidad y tu propia ficción, es desastrosa.

Y lo peor no es el agente externo, si no el interno. El que te hace seguir intentándolo y a la misma vez tira de ti para que pares la espiral de autoengaño.

Y frenas. Y cuesta. Y duele. Sobretodo si la otra persona no es un gañan más, ni un Nisi, ni un Yate ni ninguno de esos desgraciados con los que te has cruzado últimamente.

Como Mr. N dijo, tiempo al tiempo, donde nos lleve el camino es una incógnita pero no repitamos fallos del pasado.

Nunca.

Por que, queramos o no, el sol acaba siempre por salir.




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