Ahí fuera suena la lluvia y silva un viento helado y, a pesar de ello, aquí dentro reina la calma y una calidez que lo envuelve todo.
Suena Isaac Hayes de fondo, con su Never can say goodbye, y tumbada en la cama recordaba la pasada noche. Una noche de música, sí, para variar, pero diferente.
La historia va así...
Llegamos Mono y yo al barecito que últimamente frecuentamos. Un ron con Sprite y una cerveza nos acompañaron a la terraza para hacer la previa al concierto. Culos mojados y un par de cigarros más tarde nos llevaron al interior del lugar a esperar.
Unas risas después, esperaba yo a que Mono volviese de su visita rutinaria, me apoyaba en una columna mirándome a los pies enfundados en mis botines nuevos y al levantar la vista allí estaba él. Mi platonicismo por excelencia se acercaba a saludarme. Y la Señorita Coclear desapareció para dejarle protagonismo a la niña tímida que últimamente aflora con facilidad.
No recuerdo las veces que tartamudee o los tragos que le di a la cerveza de forma compulsiva... Y cuando se alejó deseé tirar de su camiseta para abrazarme a él y hundir mi nariz en su pecho, pero no fue así.
Y cuando sonó la música, de nuevo, todo desapareció. Solo sonaba el piano, tarareaba el saxo, palpitaban los bombos y vibraban las cuerdas de la guitarra a ritmo de la voz, la voz de la barba y la boina.
Doña Coclear apareció de nuevo para soñar en su mundo de magia, me sentí descalza, parecía que mis dedos se escurrían entre briznas de hierba húmeda y volvía a latirme el corazón con esa violencia deliciosa y dulce que produce la música en mí. El tiempo voló y tocó a su fin el sueño de una noche lluviosa de noviembre (más musical no podía ser la cosa).
Doña Coclear apareció de nuevo para soñar en su mundo de magia, me sentí descalza, parecía que mis dedos se escurrían entre briznas de hierba húmeda y volvía a latirme el corazón con esa violencia deliciosa y dulce que produce la música en mí. El tiempo voló y tocó a su fin el sueño de una noche lluviosa de noviembre (más musical no podía ser la cosa).
Salimos e hice ademán de esperar para despedirme pero no pudo ser y volví a casa. Está mañana desperté a caballo entre la resaca y un sueño extraño que recordé al abrir los ojos.
Pero como dije... Las resacas son menos resaca si la música trae mariposas en el viento y transparencias en el corazón.
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