ViñaRock Chronicles: Clausura y ciere

Última crónica de un sueño, pequeños bastardos.

Llevaba un rato despierta, dando vueltas sobre aquella cama de piedras que ya empezaba a echar de menos... Se oía a la gente desmontando sus barracas, llegando de fiesta, despidiéndose...

Y un hijo de puta gracioso hizo caída libre sobre nuestra tienda jodiendo el momento de levantarnos por última vez tras aquella montaña de basura de la que ya brotaban pequeños punkys como super raza.

El alma en pena que se nos tiró encima tuvo que descostillarse allí mismo porque fue a caer justo en una nevera que había en ese lateral. Nuestra mala suerte fue que la nevera tenía agua del hielo de la noche anterior que nos regó a modo de bautismo... En un momento tenía el interior de la tienda al sol, a Núria durmiendo en el suelo hecha un ovillo y yo maldiciendo en arameo.

Por última vez fueron amaneciendo uno a uno... Se mascaba la despedida y daba cosita, por lo menos a mi. Nos tomamos el último desayuno, tirados en el suelo y algo demacrados como las miles de criaturas que allí quedaban...


Así que con promesas de volver a la próxima edición, unos cuantos abrazos y besos más tardes, recogimos nuestros enseres y fuimos en busca de mi coche. El descampado donde estaba era un campo de minas... Pise más mierda que en toda mi vida en el trayecto del maletero al volante... pero bueno, benditos pañuelos de papel y benditas toallitas húmedas que ya nunca me faltan.

Como colofón al viaje hicimos una parada de sorpresa en Valencia. Con la toalla al hombro llamamos a la puerta de mi hermana del alma (previo compinche con su hombre) porque, de verdad de la buena, necesitábamos una ducha como las personas y comer algo caliente. La cara que se le quedó a la pobre cuando nos vio fue digna de foto... Pero me he dado cuenta de que no nos hicimos ni una...

Eso si... nos comimos una paella que quitaba el sentido! Una vez cargamos el cuerpo de café nos dimos unos doscientos abrazos más y nos echamos de nuevo a la carretera. En tres horas estaba en el sofá de mi madre y en cuatro entrando por la puerta de casa.

Me senté en mi sofá... Con las zapatillas llenas de polvo, el saco de dormir lleno de pequeños rastrojos, la bolsa aún mojada por el incidente de la mañana, con tres pulseras menos pero una más que me decía no había sido todo un sueño y bronceada. Suspiré y lo eché todo a lavar... sin miramientos... Mandé unos whatsapp avisando de nuestra llegada a salvo y me senté en mi cama...

Y eché de menos el lecho de piedras, el ruido de la gente, nuestra montaña criapunkys y la cerveza en vaso de litro.

A Paloma, a Jaime, a Miras, a Manoli, a Iker... a los del carrito, a los vecinos que se pusieron a preparar migas mientras nos comíamos unos macarrones tristes, a los vascos que nos protegieron de la masa durante la actuación de Reincidentes, a la chica de la cafetería que me rellenó el termo de agua caliente, al buitre de la bota del concierto de Rosendo, a la melenuda que le olía bien el pelo en el concierto de Green Valley... A todos... Pero sobretodo a Núria por seguirme a ciegas en mis locas ideas...

Gracias.


Volveremos, seguro.

2 comentarios:

  1. ¡Qué placer el atesorar recuerdos de un viaje y descargarlos de repente en forma de texto y fotos! (y qué te voy a decir yo, querida...)

    Acabas de ganar un mini punto para cuando seas mayor y te regocijes recordando momentos de la juventud... pues este es uno de esos que fijo que caen en alguna de esas lecturas mentales futuras...

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  2. Tití! Yo voy a ser joven siempre!

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