La mañana amaneció como el resto, resacosa, con gente
arrastrando los pies por el camino del camping, colas inmensas para usar los
lavabos y ganas de café. Decidimos innovar y buscar un bar decente.
La búsqueda se convirtió en una odisea… Pero me comí un bocata
de tortillas de papas que, se veía venir de lejos, me iba a provocar un ardor
al más puro estilo grieta del destino estomacal. Pero me lo comí más feliz que una perdiz.
Dividimos el grupo en busca de un cajero y cuando nos dimos
cuenta estábamos en medio del pueblo… Sin peinar, casi en pijama y con unas
caras que tenían que ser de miedito… Pero como el excedente de población estaba
igual que nosotras, o incluso peor, sacamos dinero muy dignamente y volvimos
rumbo al camping.
Una vez allí, y por temor a enfrentarme al duro trago de
pasar por los barracones de aseo… Decidí tirar de garrafa y champú a lo salvaje
antes de ejercer mi derecho a siesta diurna… La noche había sido dura (el día
en general había sido duro), había dormido poco (O nada, para variar) y el
airecito daba una tregua que parecía hacer de la tienda una jaima perfecta para
coger energías para la noche.
Unos comentaban la noche con más cervezas, otros se
arreglaban las rastas, se oían guitarras de fondo… y yo solo dormitaba. De
forma intermitente logré dormir alrededor de tres horas, con una pausa para
comer una ensalada que Núria me preparó amorosamente, porque si por mi hubiese
sido… ni comer! Eso sí, en el cauce de lo que algún día creo que fue un río se
dedicaron a tirarse por el con un carrito haciendo las delicias de la sobremesa
al más puro estilo Humor Amarillo, entre vítores y aplausos.
Creo que fue el día que caminé más nerviosa hacia el recinto
de los conciertos.
Nuestro primer concierto de Green Valley juntas. Nos abrazamos, saltamos, cantamos, aplaudimos
y amamos hasta el infinito aquel recital de positividad y hermandad que emanaba
del escenario… Fue brutal, corto pero intenso… de sin palabras. De esas primeras cosas que hemos hecho juntas
que más me han gustado y que, por suerte, pronto se van a repetir.
Y tres cuartos con La Puta OPP. Hacía años que no disfrutaba
tanto de un concierto. Moví el pié, me dieron ganas de Don Simón y de visitar
Mallorca de nuevo solo por el fonki que aún se traen esa panda de genios.
El cansancio empezaba a hacer mella en nosotras y decidimos
cenar algo ligero y volvernos a dormir que el viaje que nos esperaba al día
siguiente prometía ser una prueba de alto rendimiento. Miré atrás cuando crucé
aquella puerta por última vez y me prometí a mí misma llevarme un colchón y
unos malditos tapones porque se me quedaban demasiados grupos y fiestas por
disfrutar.
Así que os dejo la última foto que hicimos dentro de es mundo de sueños.
La próxima entrada ya será la de cierre y clausura, no desesperéis.
Dadle duro al viernes!
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