Fibra.

Hoy, mis queridos bastardos, me he sorprendido a mí misma diciéndole a mi ratoncito que coma más fibra.

MÁS FIBRA

Antes de que me dé cuenta dejo las copas de chocolate para pasarme al Bifidus Activos, a los productos con alto contenido integral, a los desnatados sin edulcorar y a la carne magra y el pescado de cartón.

Vale no, ya me he pasado, porque en los últimos años me han costado 20 kilos de pereza y dejadez (algo menos, pero me gusta esta pose de Drama Queen concienciada).

Así que hace cosa de una semana me hice un propósito. Ir poco a poco pero firme y segura. Y lo comparto con vosotros porque, sinceramente, no va a ser contienda fácil para esta espartana venida a menos, físicamente hablando.

Así que, formalmente, el lunes pasado empecé el calvario, porque digan lo que digan esa panda de amantes del sudar por culpa del ejercicio (odio profundamente sudar por hacer ejercicio) y súper fans de las recetas sanas (y aburridas la mayoría)  no hay nada como unos san jacobos bien cargaditos bañados en mayonesa y una siesta de esas de pijama y orinal, como decía Cela.

Total, que llevo unos días alternando caminatas de esas de cómo si llegará tarde a coger el tren, que mis tobillos exigen al menos de 8 a 10 kilos menos  para echar a correr cual grácil gacela en ese gran parque que he encontrado a una manzana de mi casa, y rutinas de unos 40 minutos de cardio. Y hoy toca sacar la bici y llevarla al taller para que le hagan una puesta a punto (o algo de eso).

Me he planteado ponerme objetivos semanales sencillos para no perder la motivación,  que aunque suene a tópico, empiezo a notar los años y el óxido.  

Así que aquí  empieza mi “Operación Pivón” porque no aspiro a que sea operación bikini, porque esto va para largo.

Ay Gregoria! Dame fuerza para salir cada día a ejercitar este cuerpito mío!