A veces pasan cosas inesperadas, sorprendentes e
irrepetibles.
Cuando se cruza la fina línea entre lo platónico y lo real,
el cóctel es un lío de sensaciones y sentimientos encontrados. De forma
consciente sabes que, aunque se haya cruzado la barrera del quiero y no puedo, va
a quedar en eso… En un bonito recuerdo de un par de tarados.
Allí estaba el de nuevo… Y lo que me gustan a mi unas gafas,
una barba y un chaleco… Y fatalidad. Se acercó más de lo normal, susurró como en
sueños y obró la magia de nuevo, esta vez de forma diferente a la habitual, de
forma impulsiva y temeraria… Y, como de
costumbre, en ese preciso momento donde la magia estalla y lo envuelve todo, mi
mente voló… desaparecí… sentí todo y nada… Y volví. Volví a la vez que él
desapareció.
Y desconcierto... Es lo malo de ser tan hardcore, que si
siento, siento hasta que duela, si es necesario. Y este tipo de sueños
materializados no son aptos para gente sensible, pero como no es el caso,
#QueMeQuitenLoBesao , que lidiar con el quiero y no puedo de forma constante es
difícil y supongo que hasta los más fuertes merecemos esa licencia.
Una charla, un acuerdo y una promesa más tarde quedó todo en
esa noche donde un par de tarados dejaron sellada su microhistoria.
Promesa la de él. Yo, lo siento, no puedo garantizar la
seguridad del platonicismo… Intentaré que mis ojos vuelvan a mirar a los pies (o como muy mucho, a la barba), sin dejarse caer en una sonrisa que recuerde lo ocurrido, y que mis cócleas
sean las que sientan… que no sean mis manos las que quieran llegar y que sea yo
la que anteponga el no puedo al quiero.
A ti, mi debilidad,
barbudo de ojos pequeños y manos caprichosas, de miradas escondidas tras
llamaradas callejeras, de reverencias sentidas y abrazos sorpresivos,
desconocido y odiado y querido, de alma que golpea y voz que tirita corazones, de capacidad
sorprendente para tornarme en lo más pequeño y lo más grande a la vez… A ti,
regalo de las estrellas, gracias.
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