Queridos, ya sé que os habéis dado cuenta
de que he pasado unos días (meses, casi) flojeando. Pero es que así funciona la
vaina esta a la que denominamos vida.
Ayer sentada en mi humilde y destartalado
balcón me di cuenta de que todo pasa. Lo malo pasa, amenece y solo sigue siendo
malo si lo permites.
El camino está lleno de pequeños hij@s de
p*ta que ayudan mucho a eso de que se nublen los días, si les dejamos y si no
nos empeñamos en conservarlos a nuestro lado, como casi siempre hacemos.
Muchas veces, casi sin darnos cuenta,
acabamos siendo las Drama Queens del pueblo y eso no trae nada bueno. Así que
ayer mientras el aire se llenaba de música mezclada con los ladridos, los
llantos y los mil ruidos del barrio llegué a la conclusión de que, con lo que
yo quisiera, podía dejar de estar en ese estado. Miré mis dedos de los pies,
pintados de un rojo ya algo desgastado, la planta de aloe vera a medio
marchitar, el farolillo rojo y mis desgastadas sillas de camping en las que hago maniobras para no herniarme y
fui feliz.
Sin nada… Sin nadie. Completamente sola,
tranquila y relajada. Sin la necesidad de tener una copa de vino compartida o
voces de fondo. Me di una ducha, cené en el sofá y, más pronto que tarde, dormí
como un lirón toda la noche.
Y lo mejor es que hoy, bien pronto a
salido el sol. Pero no sol emocional, ese de mierda que usamos metafóricamente
para creernos que la batalla amanecerá vencida, no. Sol de verdad, del que
pica, del que tuesta.
Así que hoy, al fin, ¡volvemos a la playa!
Y mañana, mañana ya seguiremos peleando por vivir.
Claro q sí vida y mañ vuelve a salir el sol y con más potencia. Tu acercate mucho a la gente q te quiere, q es mucha, y aleja a los indeseables q no saben lo q se pierden
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