Sonreír.

Eso es lo que he decidido, sonreír.

Sonreír para que este desfiado del infierno se me pase rápido. Sonreír por mi pasión a la música que mutila corazones a sabiendas, sin nocturnidad pero con mucha alevosía. Sonreír por mi facilidad de pintar sueños en mi cabeza, por mi facilidad de volar lejos y sonreír aquí y allí. Sonreír para acabar las canciones tosiendo como si un malvado demonio me estuviese secando por dentro. Sonreír para contagiar la sonrisa…

Sonreír para acompañar de la mano a mi Momito a la ferretería, a ver si nos dan cola de impacto para pegar los corazones y unos tornillos que nos encajen con las tuercas de nuestras cabezas locas. Sonreír para descolgar el teléfono cuando Eva me llama haciendo mil cosas a la vez porque no sabe que ponerse para la cena y decirle que está guapa hasta en chandal. Sonreír para cuando Mono me deja una notita recordándome que “Hay que vivir y disfrutar cada día como si fuera el último” sea la mejor nota del mundo. 

Sonreír cuando el Skype se pone a sonar para que Ratita me enseñe los regalos que le han dejado los Reyes y poner los ojos en blanco viendo su nueva bata hecha de nube.

Sonreír viendo los restos navideños que flotan por casa, escuchando música a todas horas y bailándola… aunque sea sentada en la silla de la oficina. Sonreír bailando como si se tratase de una extraña posesión mientras mi vecino ríe divertido. O sonreír dramatizando… siendo la Zizou de Jacques Brel mientras suena Ne me quitte pas.

Sonreír cuando hago esas cosas que creo que no debo hacer pero que al final acabo haciendo, arrepintiéndome de boquilla. Y así hasta sonreír antes de dormir.

Porque, queridos, así soy. Basta de arrepentimiento cuando hago por sentir, cuando hago por vivir, por sentir que vivo.

Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Il faut oublier
Tout peut s'oublier
Qui s'enfuit déjà
Oublier le temps
Des malentendus
Et le temps perdu

Jacques Brel