Para.

Respira y relaja.

Eso es lo que tengo que hacer últimamente para que el LO QUIERO YA no me provoqué ese ataque de ira visceral y repentino que me hace hasta daño físicamente. Anoche me acosté con nauseas y fiebre. Esa es la forma que tiene mi cuerpo de decirme que le doy importancia a todo y me preocupo aunque yo misma me crea que no es así.

Me preocupé cuando de golpe se me cerraron los oídos. Toda la música me resultaba molesta, chirriante y punzante en la sien. Tenía el estómago revuelto, igual que el fregadero, que así sigue, y las ideas dispersas. Tenía las manos dudosas, incapaces de hacer nada más allá de una tortilla francesa. Los parpados me pesaban como si todo el caos de mi cabeza fueran una carga imposible de salvar en ese día nublado, sin sol ni estrellas, sin sonrisas y sin cielo abierto.

Si me tumbaba me atacaba la taquicardia y si permanecía de pie la sensación de vértigo y mareo era constante. Decidí que era hora de volver a hábitos como el Yoga y el ejercicio. Estiré durante un rato el cuerpo, centrándome en la espalda, como si quisiera aliviarla tras días de carga innecesaria. Relajé el cuello y miré al cielo plagado de nubes y pensé: De todas formas, las estrellas están ahí detrás.

Volví a la cama y medité. Visualicé mi camino a través de un bosque frondoso pero con cálidos rayos de luz que acariciaban mi paseo, sentí mis pies descalzos en la hierba húmeda y oí la vida de cada planta y cada animal. Y hasta aquí os voy a contar, ya que la meditación, al fin y al cabo, es algo íntimo que nos lleva al más profundo Yo de cada uno.

Cuando decidió mi cuerpo que era momento de dormir lo tuve claro... Empieza a quererte por ti misma, no por los demás o por los logros que consigues a través de otros. No busques tener siempre la culpa de todo ni la solución para todos. Porque no eres más que una humana.














Necesito parar, esta vez en serio. Dejar que todo un año cicatrice, aprender a aplicar mis propios consejos, a llorar todas las penas que guardo, respirar y sopesar que es lo que realmente me hace bien a mi misma, por mi y no por los demás. Dejar de intentar cargar y sobrellevar absolutamente todo. Tener tiempo para mi misma sin temer a la soledad y sin aferrarme a ella. 

Hoy, después de entender esto, he vuelto a necesitar la música casi más que el propio oxigeno.




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