Es el tiempo que se necesita para saber si un tío está
realmente interesado en una chica.
Sí queridas, si pasa de tres días eres una muesca más en lo
que él se cree que es su revolver de Sheriff de VillaFuck*r. Porque la vida en
este salvaje oeste es así. Muchos creyéndose lo más grande del condado cuando
no saben que se han arrimado a la Madame del Salón.
Lo malo es cuando no eres la Madame, si no la tímida
camarera nueva que no sabe de qué va la historia. Y él va por ahí, levantando
el polvo con sus espuelas y no haces más que suspirar mientras lo ves entrar en
la armería del viejo Joe.
Y cuando entra parece que el tiempo se para, el sol a
contraluz le da un aire de divinidad y el repiquete de sus botas contra el
roñoso suelo de madera parece música celestial. Y te mira. Y lo miras. Y te
sonrojas sintiendo que te falta el aire (que también puede ser provocado ese
sentimiento por lo apretadísimo que llevas el corsé.). Sonríes y se acerca, le
sirves una copa temblorosa y te hace caso… por unos días… 3 días.
Vamos, hasta que se mete bajo las enaguas y llega la chica
nueva.
Fin.
Y así hasta nuestros días, y hasta que la propia experiencia
hace que si a los 3 días post cita (con o sin revolcón, que hoy en día eso
afecta poco) seas consciente de que lo que quiere es una muñequita con
cancan. Y cuando les entra el apretón y
tienen ganas de echar una partida semanas más tarde, según el interés que tenga
una (O el level de imbecilidad) le respondes (si es que le respondes, que no lo
merece) con un:
¿Y tú eras…? Ah! ¡Anda! Había borrado tu número…
¡Boom! Directo al ego. De aquí en adelante el camino depende
de cada una (o del ya mencionado nivel de imbecilidad). Yo suelo ser una imbécil, ¿para qué negarlo? pero es que si
pierdo la fe en toda la población XY perdería emoción la diligencia.
Así que, a apretarse bien el corsé, atusarse bien el escote
y tener el pelo revuelto es una buena forma de empezar los campamentos entre
trayectos.
¿No creéis?
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